Distante de la aldea iba casando un perro flaco, que parecía un
andante esqueleto. Cuando menos lo piensa, un lobo lo hizo preso. Aquí de sus
clamores, de sus llantos y ruegos. << Decidme señor lobo: ¿Qué queréis de
mi cuerpo, si no tiene otra cosa que hueso y pellejo? Dentro de 15 días casa a
su hija mi dueño, y ha de haber para todos, arroz y gallo muerto. Dejadme ahora
libre, que, pasado este tiempo, podréis comerme a gusto, lucio, gordo y
relleno>>
Quedaron convenidos, y apenas se cumplieron los días señalados,
el lobo busco al perro. Estabase en su casa con otro compañero llamado matalobos,
mastín de los más fieros. Salen a recibirle al punto que lo vieron. Matalobos
bajaba con corbatín de hierro. No era el lobo persona de tantos cumplimientos,
y así, por no gastarlos cedió de su derecho. Huía y le llamaban; mas él iba
diciendo con el rabo entre las piernas: <<pies, ¿para qué os quiero?
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