lunes, 5 de diciembre de 2016

La zorra y la cigüeña. (Jean de la Fontaine)


   Sintiéndose un día muy generosa, invitó doña zorra a cenar a doña cigüeña. La comida fue breve y sin mayores preparativos. La astuta raposa, por su mejor menú, tenía un caldo ralo, pues vivía pobremente, y se lo presentó a la cigüeña servido en un plato poco profundo. Esta no pudo probar ni un sólo sorbo, debido a su largo pico. La zorra en cambio, lo lamió todo en un instante.
Para vengarse de esa burla, decidió la cigüeña invitar a doña zorra.
 -- Encantada -- dijo --, yo no soy protocolaria con mis amistades.
 Llegada la hora corrió a casa de la cigüeña, encontrando la cena servida y con un apetito del que nunca están escasas las señoras zorras. El olor-cito de la carne, partida en finos pedazos, la entusiasmó aún más. Pero para su desdicha, la encontró servida en una copa de cuello alto y de estrecha boca, por el cual pasaba perfectamente el pico de doña cigüeña, pero el hocico de doña zorra, como era de mayor medida, no alcanzó a tocar nada, ni con la punta de la lengua. Así, doña zorra tuvo que marcharse en ayunas, toda avergonzada y engañada, con las orejas gachas y apretando su cola.
   Para vosotros escribo, embusteros: ¡ Esperad la misma suerte !


"No engañes a otros, pues bien conocen tus debilidades y te harán pagar tu daño en la forma que más te afectará".
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